martes, 2 de febrero de 2010

LA ILEGALIDAD PRODUCE POBREZA


Hemos escuchado y visto el asombro de muchos analistas o simples ciudadanos de otros países, que no pueden entender como una nación capaz de generar el triple de alimentos necesarios para su población, tiene niños que fallecen por inanición.
Ya lo decía Raúl Alfonsín en la campaña de 1983: "En la Argentina hay hambre, no porque no haya alimentos, sino porque hay inmoralidad".
La conclusión inmediata sería que en nuestro país hay pobreza porque, si bien hay recursos, existe una pésima distribución de la riqueza en donde pocos reciben mucho y muchos reciben poco y nada. No es la misión de este artículo analizar que instrumentos son idóneos para lograr la anhelada distribución, sino hacer una lectura sobre las causas profundas de la pobreza.
Hay otra conclusión, aún más elemental que la enunciada: en la Argentina hay pobreza porque la ilegalidad es altísima. La falta de apego a la Constitución Nacional y la ley por gran parte de la población (comenzando por los gobernantes que deben dar el ejemplo)es prácticamente la regla. Claro, la situación se torna grave cuando ese Estado que debe velar por la ley, el orden, la paz social se transforma en el primer "violador". La utilización de "favores", el sistema "coimero", el punterismo prebendario, el beneficio del "amiguismo", la "mordida" creciente, en síntesis la corrupción(muchas veces estructural y no exclusividad de un gobierno), socavan la confianza en las instituciones, restan "autoridad". Esa autoridad, en Democracia, se debe construir día a día con diálogo, consenso, ejemplaridad.
Cuando el Estado interviene discrecionalmente, cuando el Poder Ejecutivo avasalla al Congreso, cuando utiliza los recursos de todos para el alineamiento de la tropa de gobernadores se está destruyendo la misma posibilidad de desarrollo.
Se me ocurren dos citas para merituar el supuesto comportamiento del ex presidente Néstor Kirchner en torno a la compra de millones de dólares. Una cita es bíblica. San Pablo escribió en su primera epístola a los cristianos de Corinto: "Todo me es lícito mas no todo conviene"... Nadie pudo a ciencia cierta atacar la legalidad de dicha compra. A ello le sumo otra idea: "No todo lo lícito es moral". Dejando de lado este comportamiento puntual (que no es aislado y pequeño como muchos creen sino llevado adelante por un ex presidente, posible candidato nuevamente y esposo de la actual mandataria, privilegiado de la información y con grados de decisión gubernamental desde la oscuridad), vuelvo a mi concepto original: pérdida de confianza en el sistema.
Como decía en un programa televisivo el Diputado Nacional Ricardo Alfonsín, antes se creía que los temas institucionales,la división de poderes, el no apego a la Constitución y la ley, era un problema de los políticos, de los analistas políticos, de la filosofía política, pero no del ciudadano o habitante común. Hoy el hombre común ha percibido como lo perjudica la ilegalidad y los comportamientos inmorales.
Se reclaman inversiones en un país sin reglas claras, con un Estado dispuesto a devorarse todo en el afán de unos pocos de perpetuarse en el poder, construído en base a la extorsión.
La falta de confianza lleva a la especulación de muchos que en definitiva creen que el sacrificio y la honradez son perjudiciales. Ello es nocivo para un verdadero "desarrollo" (mucho más que crecimiento) y , por ende, para una equitativa distribución de la riqueza, que no se genera en la medida de nuestras posibilidades.
Ese círculo vicioso tiene puntos débiles. Debemos revertir esa tendencia a partir de los resultados del 28 de junio. La oposición debe tener un comportamiento acorde a las circunstancias. Exigimos "grandeza" a quienes podemos exigirles algo.
La sociedad y el mundo verán seriedad en un país que respeta sus instituciones y sus leyes. La confianza volverá y será posible, además de la elaboración de políticas públicas a mediano y largo plazo, el desarrollo integral del país, la generación de riqueza y la utilización de instrumentos distributivos (en donde los impuestos cumplan con su finalidad original).
Sin cambio, sucumbiremos. Pero el cambio es posible. Está en manos de los ciudadanos responsables.
Hugo Turrini

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