miércoles, 3 de febrero de 2010
PARA SER ALTERNATIVA EN 2011, EL 2010 DEBE SER EL AÑO DEL RADICALISMO
Termina el primer mes del nuevo año y en algunos aspectos la sensación es que el 2009 duró trece meses. Poco cambió la actitud del gobierno, crispada y carente de diálogo. El nuevo escenario de crisis buscada fue el Banco Central y los tan nombrados Fondos del Bicentenario, o la utilización de las reservas para pagar deuda. En su obsesión por la construcción del relato político era difícil vender tan oscuro objetivo en la colección de discursos nacionales y populares. Como prácticas calcadas de las últimas tormentas, como el debate por la 125, buscaron antagonizar ante un enemigo visible, que oblique a entender la política en códigos binarios, queriendo cobijarse en las banderas progresistas para volver a pasar gato por liebre. Esta vez fue el súbito descubrimiento de que Redrado no era "progre". A esta altura, ese relato que tanto obsesiona está tan tironeado que es difícil de digerir hasta para su propia tropa y cuando lo expone un ministro de la UCEDE, los resultados pueden llegar a ser terribles.
En el ambito del discurso, deberemos acostumbrarnos a enfrentar etapas más difíciles despues del kirchnerismo. El bastardeo de banderas históricas del campo popular argentino fueron desgastando ideas y conceptos que deberemos ser muy claros en nuestras propuestas para volver a reflotar después de semejante estafa intelectual. Los radicales, que padecimos desestabilizaciones en nuestros últimos gobiernos, sabemos lo que esta palabra significa, conocemos de la existencia de monopolios, oligarquías y mafias financieras. No las descubrimos después de una elección. Nosotros no podríamos sentirnos traicionados ya que no tuvimos connivencia ni las beneficiamos.
Por eso el problema del relato kirchnerista es el Radicalismo. Nuestra histórica responsabilidad institucional, vocación de diálogo y construcción de consensos para enfrentar la puja de poderes e intereses siempre beneficiando al pueblo, rompe las reglas de este ingenuo juego de posicionarse ante la realidad en blanco o negro. Es por esto que la Presidenta nos eligió como presa en sus últimos discursos, atacando e injuriando por dos vías. Primero instalando otro debate, en el medio de su crisis fabricada, de si era legítimo que el Vice-Presidente se mantenga en su gobierno y cumpla sus funciones. Después, en un ataque directo a nuestro Partido, involucrándonos en una oscura trama que tendría como fin que su canje fracase para que el país vuelva a endeudarse.
Su primer ataque tuvo consecuencias costosas para la Argentina, como la suspensión de su misión a China. No deben conocerse muchos casos en la historia de la humanidad de problemas similares con soluciones semejantes. En su imperiosa necesidad por correr el eje de debate, encontró eco en los referentes del neo-conservadurismo, vertiente política argentina que sí sabe de conspiraciones. Mauricio Macri, siempre tan obsesionado por las encuestas, casi como un jugador de tenis que quiere subir en el ranking, se sumo a este festival para intentar sacar provecho. Daniel Scioli hasta se puso como ejemplo de vice-presidente dócil, que recibió su premio de gobernador (ausente de los problemas de la provincia, que tiene como política pública la organización de giras con Pinpinella y otros artistas mediaticos en este verano) luego de ser vapuleado y humillado. Como fieles representantes de la otra cara de la moneda, también se benefician de la interpretación de la Argentina en códigos binarios. Acá también el radicalismo molesta.
Sin entrar en análisis históricos profundos para analizar su segundo ataque, está la trayectoria de nuestros dirigentes y de nuestros gobiernos para poder corroborarlo, su crítica suena más a una reacción desesperada porque el radicalismo la incomóda. Es que la intervención de nuestros legisladores y de nuestro presidente del Partido ha sido clara y consecuente con nuestros principios. Pedimos que se cumpla con la ley. Tampoco hacemos de Redrado una bandera. No acompañamos su lanzamiento mediático, como tampoco lo hicimos con el de Alberto Fernandez post-Ley de Medios y todos los dirigentes oficialistas arrepentidos. Asumimos responsabilidades, somos un partido político.
Estos ataques son productos de nuestra recuperación. Tenemos la responsabilidad histórica de aportar una alternativa seria que garantice los principios de igualdad, libertad y democracia. Argentina no tolera otra crisis abrupta. Tenemos la obligación de conciliar a la política con la gente, estando cerca de los problemas concretos, aportando soluciones concretas. Debemos demostrar gestiones transparentes donde gobernamos, que buscan el desarrollo mirando al futuro, y legisladores que se destaquen enfrentanto los problemas que realmente importan y salvaguardando la ley. Nuestra mayor garantía para entender los nuevos escenarios es nuestra doctrina. Por eso el año 2010, el del Bicentenario de la Patria, debe ser el año del Radicalismo.
María Luisa Storani
Diputada Nacional
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