miércoles, 29 de julio de 2009

EL FUEGO SAGRADO DE BALBÍN


Inundación en Paraná. Balbín en campaña.

Mi pluma vuelve al tintero para ponerme a escribir... Es una ilustración para no decir que me siento frente al teclado de mi pc, lo cual parece menos poético!! Es imposible tomarme un día de descanso y no escribir en la "Antorcha Radical". Por qué??? Porque hay un fuego sagrado siempre encendido con los nombres de mis correligionarios que guían mis pasos. Son tantos y de tal calidad, que cada día conmemoramos un hecho distinto.


Hoy mi evocación es para un "grande entre los grandes" que, dada su humildad, se hubiese avergonzado de esta frase (aunque se la merece).


Hay momentos, hechos, palabras, sonidos, aromas, imágenes vagas en nuestras retinas, que nos marcan. Yo me imagino como caló hondo en ese muchachito, nacido justo hoy hace 105 años, el estar presente junto a su padre don Cipriano en la asunción de Hipólito Yrigoyen (el 12 de octubre de 1916). Parece un dato histórico de poco valor. Sin dudas, lo es. Pero desde el punto de vista espiritual y para intentar entender a DON RICARDO BALBÍN, creo que fue un hecho fundamental.


El 29 de julio de 1904, Balbín, nació en Capital Federal aunque luego viviría en Azul y Ayacucho en la provincia de Buenos Aires.


No es la intención de estas torpes palabras, que jamás podrán describir con precisión a un verdadero líder de la Democracia y el diálogo, plasmar una biografía desde el punto de vista histórico con el rigor que dicha ciencia requiere.


Solo quiero señalar algunos hechos, momentos cruciales en la vida de don Ricardo que, no casualmente, fueron trascendentes para el país.


Ese muchacho que había comenzado a estudiar medicina, pero debió abandonar la carrera por motivos económicos, finalmente se volcó al derecho, ya instalado en la ciudad de La Plata. Recibido de abogado se casó con Indalia Ponzetti en 1928. Ocupó el cargo de fiscal del crimen en Mendoza, tras la segunda asunción de Yrigoyen (habiendo participado activamente en la campaña electoral). Luego volvió a Buenos Aires y , tras el golpe de Estado de 1930, fue electo diputado provincial aunque no pudo asumir tras la anulación por el gobierno "de facto" de las elecciones de 1931.


La década infame lo encontró luchando contra el fraude. En 1940 fue elegido nuevamente diputado provincial, pero renunció en repudio del accionar fraudulento de los conservadores.


En 1945 fue parte fundamental del "Movimiento de Intransigencia y Renovación". Finalmente asumió su banca de diputado nacional (formando parte del grupo de los 44) en 1946. Sus denuncias ante los excesos de Perón le valieron 9 meses de cárcel.


Balbín sería cuatro veces candidato a presidente de la Nación, sin éxito en las urnas pero con la convicción moral del deber cumplido (1952, 1958, dos veces en 1973). En 1963 apoyó a Arturo Illia de la Unión Cívica Radical del Pueblo (ya que el partido se había dividido entre este sector y la UCRI de Arturo Frondizi en 1957).


Durante la dictadura surgida en 1966, formó la "Hora del Pueblo" reclamando el regreso a la Constitución.


Balbín fundó la "Línea Nacional". Fue vencedor en internas sobre Raúl Alfonsín.


Se acercó al viejo líder Juan Domingo Perón (su antiguo carcelero), porque vio la necesidad de deponer rencores para construir un país nuevo. Hasta tuvo que saltar una cerca (su entorno), para verlo. Finalmente ese viejo adversario despidió a un "amigo" en julio de 1974, en una de las piezas oratorias más recordadas del último siglo político.


Acompañó a la esposa de Perón (como pudo) para evitar el golpe, pero fue en vano.


Mantuvo cierto "silencio" durante la Dictadura más sangrienta que vivió el país y ello es objeto de duras críticas. Pero la respuesta a ese silencio fue una frase que le dejó a un corresponsal extranjero que le preguntaba sobre el tema "desaparecidos": "Usted ocupése de los muertos, que a mi me duelen, pero yo me ocupo de los vivos, para que no mueran". Seguramente muchas vidas fueron salvadas por su intercesión.


Impulsó la "Multipartidaria" para recomenzar la reconstrucción de la República.


Recuerdo la mañana del 9 de setiembre de 1981: iba en el Fiat 600 con mi padre, que me acercaba al Comercial de Villa Ballester, y Radio Rivadavia comentaba el estado delicado de la salud de don Ricardo. Cerca del mediodía, antes de volver a casa, el preceptor de nuestra división (1º 8va), nos anunció la muerte del caudillo radical con palabras más que elogiosas sobre su honestidad. Esas palabras se guardaron en mi mente y mi corazón.


Luego pude ver la despedida multitudinaria (en épocas de prohibición de manifestaciones) de los restos de Balbín.


Hoy Don Ricardo cumpliría esos 105 años y sabemos que estaría reclamando calidad institucional a la Presidente. Desde ya lo estaría haciendo con su estilo cortés y caballeresco, pero de todas formas intransigente.


El fuego de su pensamiento y acción mantiene viva, junto a tantos otros, a la ANTORCHA RADICAL.


Dr Hugo Turrini

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