Este sitio se llama la "Antorcha Radical" porque considero que el fuego del Radicalismo, símbolo de principios y valores democráticos, símbolo de la lucha por la justicia y la legalidad, símbolo de la libertad, es una llama eterna como la de la antorcha olímpica. Esa antorcha con el fuego perdurable radical es pasada a los nuevos atletas que correrán la carrera de la lucha por los ideales y el sueño de una Argentina grande e inclusiva. Las nuevas generaciones reciben ese fuego sagrado de sus antecesores, de aquellos que cumplieron su deber y ahora descansan.
Me puse a pensar sobre el fuego del Radicalismo. Los argentinos, como buenos amantes del asado, podríamos reflexionar sobre el fuego de nuestras parrillas. Esa llama pasa por distintos momentos. Podemos apreciar que el fuego se nos apaga paulatinamente, las cenizas van tapando las brasas. Es necesario "apantallar", aventarlas, para que vuelva a encenderse la llama, que estaba allí latente con toda su potencialidad intacta.
Muchas cenizas se han esparcido sobre nuestro partido: frustraciones, desesperanzas, incredulidad, éxodos, falta de seguridad, falta de cohesión y proyecto, etc.
Muchos hasta han sentido cierto pudor en nombrar a su agrupación, otros directamente se apartaron de la militancia o se fueron a otras partidos.
Pero hubieron "vientos fuertes" que reavivaron el fuego , que muchos creían extinguido pero es sagrado y eterno. Esos vientos sacudieron las cenizas: la lucha por la derogación de la Resolución 125; la satisfacción de haber consolidado una Democracia que cumplió un cuarto de siglo y, lamentablemente, la partida terrenal de su Padre fundador: Raúl Ricardo Alfonsín. Todo unido a la necesidad de decir basta a la mala política y al "régimen falaz y descreído" imperante.
Hay otro elemento indispensable para que ese fuego brote e irradie su calor sobre la república: las brasas no calientan si están aisladas. Deben estar juntas. El Radicalismo debe dar pasos definitivos de unidad. Muchos radicales de la provincia de Buenos Aires lo estamos haciendo desde la militancia de base. Sabemos de nuestras diferencias, pero no se notan. Porque hablamos y proyectamos el futuro con la pasión militante, con el idealismo intacto. Porque nos enorgullecemos de las viejas y nuevas líneas internas y de la democracia partidaria (que hay que mejorar y profundizar), pero anteponemos ese concepto de unidad, que es el que debe primar la mayor parte del tiempo. Estamos "persuadidos" que las diferencias nos enriquecen permitiéndonos crecer con el debate sano y con reglas claras. Sabemos que las políticas públicas deben tener el centro de la escena, sustentadas en la preocupación y el acercamiento a la gente (que sufre), en lugar de los nombres y las candidaturas (que deberían fluir naturalmente del trabajo y las convicciones).
Esas brasas juntas servirán para quemar las impurezas de la política. Ese es el nuevo Radicalismo, porque es el clásico. El que llevó a Yrigoyen a luchar por la pureza del sufragio y la ética en el gobierno.
El Radicalismo está de pie y necesita marchar unido, para que Argentina se transforme en el país que soñamos.
Dr Hugo Turrini
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