Algo más que un Presidente honesto y pobre

Fotografía gentileza de Correligionario Merlo (Elbio González)

Ese hombre, como mi abuelo paterno, es del 900. Ambos son de agosto. El día 4 nacía quien sería un Presidente honesto , de una gestión impecable y progresista. A veces pienso que desde la Antorcha no hay nada más para decir sobre él.
ARTURO UMBERTO ILLIA es ese modelo del que debemos beber todos los que nos creemos verdaderos radicales. El Radicalismo no es un sello de goma. El Radicalismo no es una etiqueta que se coloca en un frasco. Ser radical es serlo en todo y hasta el fin.
Es un estilo de vida, una visión, una misión.
Lo más importante de ese hombre es que estaba imbuído de esos valores y principios directrices que nunca abandonaría. Menos, siendo Presidente de la Nación. No fue un "Presidente" honesto. Fue mucho más. Fue una persona íntegra toda su vida. Como todos los humanos, seguramente, tendría sus errores y sus debilidades (no se las conoce), pero ha dejado una estela de armonía en su paso por este mundo para iluminar a los demás, a los que venimos detrás.
Se dice que la juventud "no tiene modelos". Fíjense en Don Arturo. Mis alumnos de 15 años quedaron consternados, intrigados, sorprendidos cuando les hablé de este Presidente. Nunca habían oído su nombre. Preguntaron en sus casas: a sus abuelos, padres y tíos. No lo podían creer.
El administrar correctamente los dineros públicos, hoy parece algo extraordinario (aún para muchos que se dicen radicales....), pero es algo que debería quedar "sobreentendido". A nadie se lo puede felicitar por "no robar"... Es su deber. Illia lo tenía claro, pero desde niño, no cuando llegó a la función pública.
El haber vivido y muerto en la pobreza, digna, fue una decisión acorde a sus valores. Illia fue rico en amigos, en anécdotas, en agradecimientos, en conocimiento, en lectura, en amar al prójimo como médico de los pobres. La pobreza material tampoco es, digamos, un mérito.
Estas características que pintan de cuerpo entero a Illia, tan extraordinarias para los tiempos que corren, no son, para mí, lo esencial que debe quedar en la memoria colectiva acerca de este hombre. Ojalá haya tantos ejemplos que no deba quedar solamente ello (fue un Presidente honesto que murió pobre...).
Es importante que la memoria colectiva asuma a un Presidente de una gran gestión de gobierno que defendió nuestros hidrocarburos, anulando contratos que consideraba sumamente beneficiosos para empresas extranjeras y no tanto para el país; nuestra salud a través de la ley de medicamentos; la educación como herramienta fundamental de transformación social (a través del incremento de la inversión educativa al 23 % del Presupuesto Nacional); el desarrollo industrial; la soberanía en Malvinas; nuestra Democracia, levantando la proscripción del peronismo y no interviniendo los sindicatos, ni censurando a la prensa, que lo trató muy mal. En fin, no termina acá la lista. Ni las anécdotas, que día a día se incrementan. Su derrocamiento fue un gran error histórico (talvez el más grave de la historia).
Numerosos estudios han hecho una proyección de la hipotética continuidad de la gestión Illia: hacia los años 80 hubiésemos estado a la altura de Canadá; hacia fines del siglo XX hubiésemos sido una potencia como Alemania; hoy tendríamos el desarrollo sueco. Los estudios son muy lindos, pero la realidad nos impidió conseguir esas metas. Está todo por hacerse.
Hoy necesitamos más que nunca recordar a Illia. Hoy necesitamos completar su obra progresista. Hoy debemos construir una nación desarrollada, con principios y valores, con equitativa distribución de la riqueza en el marco de la profundización de la libertad, de la Democracia.
Nuestro emocionado homenaje consiste en poner manos a la obra.
Hugo Turrini