martes, 4 de agosto de 2009

NATALICIO DE ARTURO ILLIA


POR EL DOCTOR ARTURO LÓPEZ SANTOS


El 4 de Agosto de 1900 Nació don Arturo Umberto Illia, guía y orientación de nuestro Movimiento de Alternativa y Cambio que lleva su nombre y apellido.


Nuestro homenaje consistirá en reproducir el Capítulo I, del Libro de Luis Franco, EL PRESIDENTE ILLIA Y UN LIBRO DE OCASIÓN. ( Reflexiones de un escritor libre y sin partido, dedicadas en calidad de homenaje, a la memoria de un gobernante de excepción en su medio y época )


El escritor catamarqueño escribe estas memorables frases durante una de las tantas dictaduras militares que los argentinos hemos sufrido con incomprensible estoicismo, y nos dice lo siguiente:“ En medio de una jubilosa orgía de absolutismo político, y de vertical desprecio de la vida humana, y de masiva dilapidación de los dineros públicos, hasta hacer de nuestra moneda la más haraposa de las mendigas, de nuestra deuda externa un Aconcagua de oro, la presidencia del últimamente fallecido Dr. Illia fue un oasis de respeto a las arcas del Estado y a la libertad y la vida humanas. La suya parece haber sido la de uno de esos seres para los cuales la justicia y la misericordia son como el alterno ritmo respiratorio del alma. Un día ( en mi minúscula granja de Belén, hecha y sostenida casi por entero con el oscuro esfuerzo de mis manos, a espaldas de toda burocracia oficial o privada ) me ví sorprendido por una visita fuera de serie. Me bastó un rato de conversación para sentirme cautivado por la diáfana sencillez y la poderosa atracción de su persona. Era el Dr. Arturo Illia, médico de Cruz del Eje, en gira de turismo por el oeste de mi provincia. Varios años después , el Dr. Golstraj, legislador entrerriano, a cuya amabilidad debo el reconocimiento de un sector de su provincia – de donde acabábamos de regresar- me dijo que al mencionar el hecho en una audiencia que le concediera el presidente Illia, éste recordó su lejano encuentro con el granjero de Belén ( cuyo lector ocasional era: el cual después de una quincena de inconvincente cárcel peronista, varios años atrás, se viera obligado a malvender lo que tantos afanes le costara para comprar refugio en un arrabal porteño) y lo invitaba a visitarlo.


Así lo hice, desde luego, y al despedirme, respondiendo a lo que me pareció una insinuación suya, me reduje a hablarle de un antojo de mi hijo Lito, mocoso de pocos años entonces: un retrato de su noble persona. Así lo hizo, con una cariñosa dedicatoria, que Leopoldo Luis, mero trabajador manual, como lo fuera su padre tantos años, conserva con explicable orgullo.
Cuando el presidente Illia fue derrocado por el más cursillista de los cuartelazos, acudí a su domicilio, llevado por un amigo suyo, a presentarle mis respetos, recordando entonces, que años atrás, estando él aún en el poder, lo había molestado – por sugestión de un grupo juvenil – pidiéndole se interesara por la vida de Hugo Blanco, condenado a muerte por un tribunal militar del Perú. Me prometió dirigirse al presidente de aquel país – con quien estaba en relación epistolar – y estoy seguro que lo hizo. La historia argentina no carece de grandes y austeras figuras, en medio de inolvidables bellacos o de pintorescos personajes disfrazados de próceres.


Muchos argentinos ignoran que San Martín madrugaba a prepararse su desayuno de café negro en la cocina, y que después de Chacabuco “ mandó dar vuelta el paño de su chaqueta” ( José Martí: FLOR Y LAVA) y que un premio en metálico acordado por el gobierno de Chile lo destinó a fundar la primera biblioteca pública de aquel país( Pérez Rosales-RECUERDOS).


De Belgrano se sabe que al morir dejó de recuerdo a su médico de cabecera lo único que tenía: su reloj (Hoy sabemos que fue robado hace unos meses del museo respectivo, así estamos). De José María Paz se sabe que su austeridad y su bondad eran tan insignes como sus cualidades de estratega. El presidente Sarmiento, que no tenía casa propia en Buenos Aires hizo aserrando cajones de piano, su rancho en Carapachay. Ameghino, reconocido tempranamente en Europa como paleontólogo de fuste, que se defendió de la miseria atendiendo una pequeña librería escolar: hubo de rechazar más tarde una tentadora oferta extranjera por su colección de fósiles, a fin de no privar a su país de un bien que mañana podría estar más allá de cualquier precio.


Por noticias recogidas por la prensa se conoció – algún tiempo después del cuartelazo que lo derrocó – el verdadero origen del mismo.
Un día entre los días recibió un pedido de audiencia de uno de los Rockefeller ( David), propietarios del mundo. Venía a solicitar su venia para establecer una sucursal bancaria en Buenos Aires. El Dr. Illía se la negó, en nombre de nuestra Constitución, a la que había jurado fidelidad, esto es, defenderla – y tal era el caso – contra la competencia extranjera, peligrosa para cualquiera de nuestras instituciones, agregando no ignorar que el peticionante tenía más poder que cualquier jefe de Estado latinoamericano. ¿ Sonrió oblicuamente Rockfeller? No lo sabemos…pero sí que a los quince días el ordenanza de turno ocupaba la casa de gobierno.


¿ Cuántos otros jefes de Estado de Latinoamérica se jugaron el cargo con dignidad igual ? Lo pregunta alguien que ( hasta hoy por lo menos) no militó en ningún partido político por razones muy ajenas a su voluntad, ya que sin la verdad de pensar y el quehacer políticos el hombre lleva las de ahondar cada vez más su camino de expolio, de servidumbre y masacre. ¿ El hombre volviéndose la peor amenaza para sí mismo y para el globo que habita ?


Pero no cerrar los ojos al peligro, no significa predecir la derrota, y menos definitiva. Al contrario. A lo largo de los tiempos la elástica alma del hombre se ha mostrado capaz de las más inesperadas victorias. Si hasta hoy la ciencia y el arte se vieron obligados a pactar con la religión y la guerra, dando así un semblante de hecho natural e inevitable a al servidumbre humana, no debemos olvidar jamás a los que afrontaron la cárcel, y aún la muerte, antes de manchar una verdad más sagrada que todos los altares, y el estruendo de todas las batallas.
Se sabe que el presidente Illía apoyó en firme la opinión de su partido, y entendemos que la mayoría del Congreso, en el sentido de rehusar la cortés invitación estadounidense – extensiva a toda Latinoamérica – de enviar soldados compatriotas a Santo Domingo a apoyar cualquier intento democrático sepultándolo antes de nacer…


Diálogo familiar


- Ud., que como viajante de comercio tuvo ocasión de conocer y tratar al Dr. Illía cuando se desempeñaba como médico en Cruz del Eje, ¿ Qué juicio se formó de él como persona ? – Que era el hombre más bueno del mundo, digo del poco mundo que yo conozco. Era yo un muchacho, entonces. Cuando llegaba a su residencia a saludarlo, casi siempre me pedía que lo llevara en mi auto a visitar a sus enfermos pobres – lo eran casi todos y, al parecer, sus preferidos….- que no podían comprar los remedios recetados…que su médico se fiaba de un farmacéutico amigo, hasta que él cobrara sus sueldos del ferrocarril, creo…Recuerdo un día, al acercarnos, el boticario dio a entender, desde el mostrador, por sus señas, que sus recursos, en esa ocasión , estaban muy por debajo de su buena voluntad…


- Mejor conocido es el hecho de que el numeroso pobrerío de Cruz del Eje, juntó chirola a chirola, el fondo mínimo que se precisaba para regalar a su médico algo que éste nunca había pensado: una modesta casa propia.


No está demás agregar el empeño del presidente Illía en la anulación de los alevosos contratos petroleros del gobierno anterior con los explotadores de fuera, y en la aprobación de la Ley Oñativia, tendiente a que los medicamentos más indispensables dejasen de ser un privilegio de los pudientes, bajando al alcance de todos; eso por un lado; por el otro dar el máximo apoyo a las organizaciones que luchan contra el tráfico internacional de drogas asesinas, hazaña última de una civilización ya con todos los esfínteres morales relajados. ( Hay quienes creen que esta actitud última pesó en su defenestración tanto o más que la negativa dada a David Rockefeller)”


Este capítulo escrito por Luis Franco, hombre de la izquierda argentina, trotskista para más datos, es una prueba cabal de la ejemplaridad de la vida de un hombre que provenía de las filas del radicalismo, y que nos debe hacer recapacitar en estos momentos de ética laxa, de raquítica austeridad de nuestros funcionarios públicos, y de anémica actitud intransigente de nuestros dirigentes partidarios.


Dr. López Santos.

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