lunes, 5 de abril de 2010

UN TRIUNFO RADICAL DE LAS COMUNAS Y LAS CHACRAS BONAERENSES


A comienzos de 1931, encabezada por el protofascista General José Félix Uriburu, la dictadura nacida del golpe militar del 6 de setiembre anterior que derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, se encontraba en el pináculo del poder. Con la soberbia característica de los vencedores pretendía imponer un proyecto corporativista impulsado por el ministro Matías Sánchez Sorondo, confeso admirador de Mussolini y Primo de Rivera. En la convicción de que el radicalismo, despojado por la fuerza del gobierno legítimo, perseguido y con sus principales dirigentes y su máximo caudillo presos o exiliados, se encontraba disperso, la dictadura setembrina convocó a elecciones en la provincia de Buenos Aires para el 5 de abril de 1931.

En una encomiable actitud de generosidad y deposición de odios y enconos internos más que justificados, los radicales lograron superar lógicas diferencias entre yrigoyenistas y alvearistas que habían caracterizado los últimos años del radicalismo en el poder. La Convención provincial de la UCR proclamó el binomio integrado por el ex Canciller de Yrigoyen, Dr. Honorio Pueyrredón y el ex presidente de la Cámara de Diputados (alvearista) Dr. Mario Guido. En medio de la algarabía y la emoción de los convencionales y la barra, el recién proclamado candidato a gobernador bonaerense dijo "no acepto, acato la designación", en una frase que quedaría estampada para los tiempos como ejemplo de sacrificio, abnegación y lucha. Estaba en juego el destino de la República, por lo que sostuvo que: "No es esta contienda una simple lucha electoral, en ella se juega algo trascendental y grande para la Patria: se juega el triunfo de la democracia o el retroceso de cincuenta años en nuestra vida institucional".

Los conservadores, con el indisimulado apoyo oficial llevaron como candidato al emblemático hacendado Antonio Santamarina y los socialistas a su líder histórico doctor Nicolás Repetto. La campaña radical debió sortear todos los obstáculos, las violencias y las trampas tendidas por el Régimen. Incluso tuvo algún ribete picaresco como la decisión del propio Pueyrredón de encargar cientos de boinas coloradas (tradicionalmente conservadoras en oposición a las blancas radicales) para distribuir en comités de las zonas rurales, de modo que cuando la peonada se encaminaba a las urnas ataviados con tan característico distintivo, los propios patrones les facilitaran el viaje...para colocar la boleta radical!(1)

Desmintiendo la acusación de valetudinario y senil que le aplicaban a Don Hipólito antes de su caída, aún preso en la isla Martín García y casi sin contacto con el exterior, cuando le comentaron que se acercaba la prueba de fuego para el radicalismoen su lucha contra la dictadura el anciano caudillo, avezado conocedor de cada rincón de su provincia de Buenos Aires pronosticó: "La Unión Cívica Radical triunfará por 30 mil votos". Estuvo cerca, porque el radicalismo obtuvo 31 mil sufragios. Era el triunfo de "las comunas y las chacras bonaerenses", al decir de Ricardo Rojas, recientemente incorporado a las filas del radicalismo. Según Pueyrredón era "el triunfo de la revolución del derecho contra la revolución de la fuerza".

Ante tan inesperado y adverso resultado, el gobierno de facto quedó en principio atónito y falto de reacción. Fue el principio del fin de la dictadura. Debió alejarse Sánchez Sorondo y dejar trunco el proyecto corporativo. Los conservadores tradicionales encabezados por el general Agustín Justo condicionaron a Uriburu.

Como la elección de gobernador y vice bonaerense era indirecta, debía reunirse el Colegio Electoral provincial. Ninguno de los partidos participantes de la contienda había logrado mayoría de electores. Los socialistas (la "secta" según Horacio Oyhanarte), como tantas otras veces, fueron funcionales a los intereses reaccionarios, al retirarse del colegio. La situación favoració la decisión del gobierno dictatorial de anular las elecciones, violentándose así el categórico pronunciamiento popular. Nuevamente se desató una ola represiva contra el Radicalismo y sus hombres. La esperanza de rescatar la República volvió a perderse y esta vez las consecuencias serían más nefastas y dramáticas para el pueblo.


(1) Testimonio de Richard Pueyrredón al autor.


Diego Barovero

Vicepresidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano

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