lunes, 29 de abril de 2013

Oficialismos violentos y una salida Radical.





Vivimos horas con sabores agridulces en la Argentina.

El mundo, como hace dècadas no ocurre, parece favorecernos ampliamente y requiere nuestros productos primarios. Por supuesto que hay que ser ingeniosos, creativos, incorporar valor agregado a los mismos y fomentar otras industrias, ademàs de las agropecuarias. Pero pretender ser otra cosa de lo que fuimos hasta ahora serìa contra natura dado nuestro extenso territorio, climas y suelos que favorecen esas actividades de siembra y crìa de ganado. Simplemente optimizar la producción, industrializarla.

Argentina es el gran productor de alimentos y debe profundizar ese esfuerzo. Los precios internacionales hacen que nos “salvemos” con alguna buena cosecha de soja, pero debemos apuntar a conceptos màs sòlidos. Estamos muy lejos del escaso valor de nuestras producciones durante el gobierno de De la Rùa o de aquel progresivo deterioro de los tèrminos del intercambio que sufriera Raùl Alfonsìn. Este es otro paìs, no por obra y gracia de gobernantes iluminados sino porque nuestros productos valen y mucho, son demandados. Ello permite amplias ganancias al sector y excelentes recaudaciones al gobierno que, no haciendo los deberes, gasta sin lìmites aumentando el clientelismo y la corrupción. Aclaro: no es clientelismo la utilización de planes sociales en los momentos màs dramàticos de nuestra historia econòmica; no es clientelismo la asignación universal por hijo; no es clientelismo la inclusión de dos millones de jubilados al sistema. Puede haber abusos, pero esas son polìticas de Estado distributivas en un paìs que creciò a tasas chinas. Entre la acumulación y la subsistencia de pobreza extrema, es preferible el enfoque distributivo y el èxito de la gestión de Nèstor Kirchner- Roberto Lavagna, que tonificaron el consumo y la tibia reendustrializaciòn, reduciendo el desempleo y la indigencia.

Hoy, lamentablemente, no contamos con inversiones que permitan diversificar la oferta de productos y reducir los precios a travès de una sana competencia. Ello significa: inflación, aumento de precios por el permanente consumo de algunos sectores (mientras otros decaen).

Por què esa desconfianza a la Argentina? En los ochenta tenìamos una industria destruida por la dictadura lo cual desembocò, a pesar de los arduos esfuerzos del primer gobierno democràtico, en hiperinflación. El menemismo se quedò con los depòsitos bancarios en los noventa, con una Corte adicta que dijo que a nadie se le privaba de su derecho de propiedad sino que su goce se “diferìa en el tiempo”, como rezaba el emblemàtica “Caso Peralta”. En el 2001 tuvimos el “corralito” (en realidad se podìan realizar todo tipo de operaciones pero a travès de una violenta bancarizaciòn, lògica ante la fuga de capitales) y luego , en 2002, el “corralón” de Duhalde. Si vamos màs atràs.. el “rodrigazo”… Todo ello serìa suficiente para desconfiar de la Argentina, a lo que se suma el cierre de exportaciones, los “dibujos” del Indec y , ahora, una clandestina reforma constitucional a travès de la sanciòn de un paquete de leyes , que se dan en llamar: “reforma judicial”.

El oficialismo violenta una y otra vez las instituciones. Va al lìmite de la ley. Con ello perjudica al paìs.

En la CABA nos encontramos con un gobierno de tinte conservador que no duda en reprimir salvajemente en el Hospital Borda, como en las èpocas màs negras de la Argentina.

Un gobierno local, con un jefe candidato presidencial, que ejerce violencia sobre las personas. Un gobierno nacional que genera violencia sobre las instituciones. Un gobierno provincial en la provincia de Buenos Aires que fomenta la desigualdad desoyendo los reclamos docentes, apostando a la ignorancia y la pobreza, sumando rehenes a una lucha interna entre los “kirchnerismos”.

La hora demanda un “cambio Radical”. Entre el viejo conservadurismo “aggiornado” y lo peor del peronismo, necesitamos volver a mirar al partido que supo trabajar por el voto libre, un paìs màs equitativo con valores, contra la corrupción, a favor de la educación, defendiendo las instituciones.

Hay un partido que cumple 122 años. Un partido que dio presidentes honestos y respetuosos de la ley. Un partido que trabajò por la inclusión y la paz. Un partido que refundò la Democracia.

Es hora de que la sociedad vuelva a poner los ojos en el Radicalismo.

Es hora que los radicales vuelvan a mirar lo que tienen dentro, su historia, sus ejemplos, sus personas capaces y honradas hoy tambièn. Ellos deben tener los lugares privilegiados para trabajar por el pueblo a travès de la funciòn pùblica, no los que surjan de las eternas componendas internas, no los mediocres nacidos a la luz de la “rosca”.

Debemos estar a la altura y no defraudar al paìs.

Es hora de volver nuestros ojos al Radicalismo. Es hora de volver nuestros ojos a la Argentina.

Hugo Turrini

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