Por César Emilio Wehbe *
Es ya lugar común que los principales dirigentes de la UCR propongan abiertamente alianzas o frentes con otros partidos, fuerzas o espacios para las elecciones, por ejemplo UNEN. Incurren casi por inercia –o desconocimiento- en una desviación doctrinaria, al plantear alianzas con fines exclusivamente electoralistas, ya que fue una de las mejores tradiciones de la UCR su actitud contraria a los pactos electorales.
Es ya lugar común que los principales dirigentes de la UCR propongan abiertamente alianzas o frentes con otros partidos, fuerzas o espacios para las elecciones, por ejemplo UNEN. Incurren casi por inercia –o desconocimiento- en una desviación doctrinaria, al plantear alianzas con fines exclusivamente electoralistas, ya que fue una de las mejores tradiciones de la UCR su actitud contraria a los pactos electorales.
La tesitura anti-acuerdista está impregnada de una concepción ética para el radicalismo, ya que un entendimiento de estas características se hace –como parecen admitirlo abiertamente todos los dirigentes que lo proponen- únicamente para lograr el éxito electoral y abalanzarse sobre cargos públicos prescindiendo de las naturales y lógicas diferencias que separan a los partidos políticos. La Convención Nacional de 1948 presidida por Ricardo Rojas asentó que “…rechaza pactos o acuerdos con otras fuerzas políticas y prohíbe a sus afiliados, grupos u organismos que promuevan o se implique en iniciativas de esa índole”.
Y la del año 1953 presidida por Moisés Lebensohn reafirmó que “…la UCR luchará sin pactos, acuerdos, conforme a su tradición histórica”. Pocas veces en sus más de 120 años de historia, la UCR se alejó de esta norma de conducta: en 1946 para constituir la Unión Democrática que enfrentó a Perón, y en 1997/99 para formar la Alianza que desplazó al menemismo del gobierno. En el primer caso, no alcanzó para triunfar. En el segundo, pudo alcanzar el triunfo electoral, pero no sirvió para gobernar exitosamente. Cuando la UCR fue coherente ideológicamente, y consecuente con su doctrina pudo perder elecciones; pero cuando las ganó (1916, 1922, 1928, 1963, 1983) llevó adelante gobiernos ejemplares que ejecutaron programas orientados al bien común de los ciudadanos, al desarrollo y a la emancipación de la Nación.
Haber desandado el camino de intransigencia principista y su consecuente postura contraria a los pactos y acuerdos electorales trajo consecuencias funestas para la vida partidaria cuyas consecuencias hoy sufre la UCR. Decidí competir en las PASO pues mi propósito fundamental es colocar en el ámbito del Senado de la Nación la voz ausente del radicalismo de la ciudad de Buenos Aires, mi ciudad de origen, residencia y desempeño profesional. Me desvela la necesidad de que el radicalismo, único reaseguro de la democracia argentina, se reencuentre con su electorado histórico. Quiero servir a la causa de la reconciliación de mi ciudad con su partido. Para eso hay que ser radical fuera de toda sospecha.
Yo lo soy. El radicalismo ha perdido la fuerza de sus convicciones, ha dejado de ser el sustento moral de la política argentina, sus dirigentes han hecho de este centenario partido, que era la reserva republicana de los argentinos, un negocio. Pues bien, venimos a devolverle el sustento moral al radicalismo. Por otra parte, y para ese mismo fin, hay que derrotar a los dirigentes de siempre que monopolizan el poder partidario para su provecho. Miles de afiliados ya no votan en las internas (cuando las permiten, pues en la Ciudad de Buenos Aires ya se prolongaron los mandatos por cuarta vez) porque descreen del poder de su voto, a sabiendas que esto se resuelve siempre con acuerdo de cúpulas.
Ya no podemos permitirlo más, vamos a cambiar eso. Es cierto, no tenemos la elección ganada ni mucho menos, pero vamos a dejar sentado que hay muchos radicales que no quieren seguir con ésto, y de perder, dejaremos una base desde la cual, haremos preocupar a los decadentes de siempre en 2015. La mayor parte de los jóvenes son esclavos de las normas de la sociedad del mercado; la publicidad exige ampliamente la satisfacción de los deseos inmediatos. La organización política de la sociedad reposa en la mentalidad mercantilista, que transforma a los ciudadanos en consumidores.
Las reglas económicas reemplazan las reglas morales, dictan leyes e imponen su sistema de referencia y de valoración en todos los campos de la existencia con el consenso del poder político: la educación, la enseñanza, la salud, el trabajo, la vejez, son regulados según las normas económicas en detrimento de los valores de la vida. Al centro de este mecanismo no están la persona y el bien común, sino la famosa y deshumanizada frase “Costo / Beneficio”. La dictadura del dinero y de la economía construye, a través de la publicidad, una visión de la existencia en la que aquello que “no rinde” no debe existir, lo que contribuye a alterar el sentido de la persona humana, del vínculo social y del bien común. Debemos enfrentar esta realidad para cambiarla; para eso es necesario el compromiso con la política y con la buena política. Mi herramienta es la UCR, si me la quitan no tengo el instrumento.
* El autor es el Presidente del Movimiento de Afirmación Yrigoyenista (M.A.Y.)
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