Para finalizar esta semana, en que hemos recordado el paso a la inmortalidad de nuestro querido Arturo Illia, quiero narrarles una breve historia que he recibido en un "power point" (que suelen invadir nuestros correos a través de cadenas, y que mucha veces opto por no leer). Es la historia de un señor que viajaba en un micro cada día, recorriendo la ruta. Veía a una ancianita que arrojaba algo por la ventanilla. Se acercó y habló con la mujer. Ella le contó que cada día arrojaba una bolsa de semillas de plantas con hermosas flores, porque veía el camino de tierra a ambos lados de la ruta, triste, y quería cambiar esa realidad. El hombre pensó que la anciana deliraba.Pasaron algunos meses y el hombre, que seguía viajando en el mismo autobús, semi adormecido miró por la ventanilla y vio que , a ambos lados de la ruta, había flores amarillas, violetas, rojas, rosas!! Era increíble! La anciana lo había logrado! Eso si, el chofer le contó que hacía un mes, la mujer había fallecido. El pasajero se consternó y pensó: "tanto esfuerzo, para nada". De pronto vio a dos niños que reían y contemplaban las flores y los picaflores en busca del néctar... Valió la pena.Uno se acuerda de Moisés que guió al pueblo de Israel sacándolo de la esclavitud de Egipto, cruzando el mar Rojo, dándoles el maná y transitando cuarenta años en el desierto. Moisés no llegó a entrar a la Tierra Prometida. Si, su pueblo.Estas historias me recuerdan mucho a don Arturo. Ese hombre que luchó por los valores democráticos y por un partido entonces casi centenario (como también lo hiciera Ricardo Balbín y tantos otros). Ese hombre murió el 18 de enero de 1983. Meses después los argentinos entraríamos a la "Tierra Prometida" de la Democracia. Meses después, en ese 1983, veríamos florecer la colorida Libertad. Aquellas flores que sembraron para los tiempos, y no alcanzaron a ver, Illia y Balbín. Sigámoslas regando cada día nosotros.
Dr. Hugo Turrini
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