viernes, 13 de enero de 2012
LAS OPCIONES RADICALES
"Debemos confluir con Binner. Es progresista como nosotros" se escucha en un extremo del campamento. "No, el camino es con Macri. Si no recuperamos la base electoral porteña, no hay posibilidad alguna de disputar el poder nacional al peronismo", contestan otros.
Así las cosas, daría la impresión que el radicalismo sólo tuviera como alternativas servir de rueda de auxilio a opciones extrañas, sin ningún papel propio que cumplir en la política argentina.
Sin embargo, convertirse en el ala derecha de una alianza con los socialistas y sus aliados o en el ala izquierda de una alianza con el Pro y los suyos, no pareciera ayudar al principal problema de la Argentina, que es recuperar la vigencia de la democracia republicana plena y colocar nuevamente al país en el camino constitucional, "representativo, republicano y federal".
La división opositora por veleidades ideológicas no sólo garantiza la continuidad del populismo -que ha demostrado su capacidad para contener a todos sus matices-, sino que enfrentaría la demanda que la gran mayoría de los votantes opositores le pide a sus dirigencias: capacidad para hacer lo propio, en base a la elaboración de un programa para la etapa que contenga la seriedad de la gestión económica para retomar el camino de un crecimiento con pilares sólidos, con políticas de inclusión social que reemplace el clientelismo por la construcción de ciudadanía.
No hay ningún tema " programático" indispensable para salir del atolladero en el que nos metió el kirchnerismo que no permita una respuesta sensata unificada desde el campo democrático republicano. Y ese es, justamente, el tercer camino que tiene frente a sí el radicalismo.
Amucharse detrás de Binner, de Macri o de ambos, puede ayudar a resguardar pequeños espacios de poder, de unos u otros. Sin embargo, no aportará nada al destino argentino, como no sea la íntima satisfacción del peronismo. Fijarse la tarea de la construcción del gran espacio democrático-republicano alternativo lo ubicaría en la senda de su papel histórico, que ni uno ni otro está en condiciones de lograr por sí.
Ni la derecha de los socialistas, ni la izquierda del Pro. El papel que haría honor a su historia y a lo que los ciudadanos esperan del viejo partido es armar la alternativa con vocación de poder. Asumirse como nodo articulador del pensamiento democrático y republicano, con todos sus matices. Promover el acercamiento político y la elaboración programática. Imaginar la ingeniería política de una confluencia que tiene que contener a todos respetando la representatividad de cada uno.
Esta tarea deberá ayudar a establecer las pautas de las consultas electorales abiertas en todas las jurisdicciones a las que será imprescindible recurrir sin trampas leguleyas u oportunistas para que esa construcción tenga en todas sus etapas plena legitimidad ciudadana. Y si fuera posible, ayudar a generar liderazgos propios en condiciones de disputar lealmente en esas internas abiertas no sólo con Binner y Macri en las candidaturas mayores, sino en los diferentes niveles de representación, en todos los distritos.
El objetivo es ambicioso. Tal vez. Los otros lo son menos. Sin embargo, también es probable que conduzcan a la fragmentación final del viejo partido, y a su desaparición ante su inutilidad política frente a las necesidades ciudadanas de la hora.
Ricardo Lafferriere
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